En Sobrarbe, enclavado entre montañas y frondosos bosques del Pirineo aragonés, vivía Silbán, un gigante temido por los habitantes de la zona.
Su figura imponente, con una abundante barba y cabello largo lleno de piojos, envuelto en pieles de macho cabrío, imponía respeto y miedo entre los habitantes de Tella, cerca de donde vivía.
El gigante vivía en la Espluca de lo Silbán, una cueva situada en lo alto de una pared vertical de roca caliza, lugar que los locales evitaban por miedo a encontrarse con él. Para alimentarse robaba ganado, añadiendo más miedo a su ya de por sí temible presencia.
Un día todo cambió cuando él, en una de sus habituales incursiones puso sus ojos en Marieta, una joven pastorcilla que cuidaba su rebaño en las cercanías.
En un principio el quiso devorarla, pero la suya terminó en una trama de amor y supervivencia.
Marieta, astuta y valiente, pronto entendió que su única esperanza de zafarse del gigante era cooperando con él.
Silbán llevó a Marieta hasta su cueva
Silbán condujo a Marieta hasta su escondite. En ese lugar, ella se ofreció voluntariamente para limpiar y ordenar la cueva.
Además, se encargaba de preparar la comida, incluyendo diariamente un tazón de leche para él. Con el tiempo, el gigante modificó su actitud: ya no deseaba devorarla, sino que se encontraba profundamente enamorado.
Aprovechando un momento de descuido, Marieta logró escapar y volvió a Tella, donde relató todo lo sucedido a sus vecinos.
Después de algunos días, los hombres del pueblo planearon eliminar al gigante. Decidieron envenenar un cántaro de leche.
Cuando Silbán salió en busca de Marieta, se topó primero con el cántaro de leche. Tras beberlo, sufrió convulsiones y corrió hacia su cueva.
No se sabe con certeza si el gigante murió, pero nunca más se le volvió a ver. Se rumorea que en las noches silenciosas aún pueden escucharse los gritos y llantos de Silbán, perpetuamente enamorado de Marieta.
El legado de Silbán y Marieta aún resuena en las colinas y valles de Sobrarbe.
Su historia es un recordatorio de que incluso en los rincones más remotos y en las figuras más improbables, se pueden encontrar relatos de cambio, redención y, sobre todo, de amor inesperado.