Habrá quien piense que al estar rodeados de naturaleza solo podemos ver parajes y animales. Sin embargo, la ubicación de nuestra borda es tan buena que además de disfrutar de las maravillas de la madre Tierra también podemos acceder a espacios culturales en los que sumergirnos en las tradiciones y el estilo de vida de los pobladores de otra época. Es el caso del Museo Ángel Orensanz y Artes de Serrablo, un museo etnológico ubicado en el puente de Sabiñánigo fundado en 1979 gracias a la colaboración entre el escultor oscense Ángel Orensanz, la Asociación Amigos de Serrablo y el Ayuntamiento de Sabiñánigo. Así, el museo se convierte en un espacio de aprendizaje donde los visitantes pueden conocer la obra del escultor modernista y la forma de vida del Serrablo, nombre con el que se conocen los territorios ubicados en las localidades de Las Bellostas y Gavín del Pirineo Oscense.
El museo, un puente hacia otra época
Nos encontramos entonces frente a un museo de tres plantas emplazado en lo que se conoce como Casa Batanero, un edificio típico del Pirineo aragonés del s. XIX. Si algo destaca del museo es la sensación que nos invade nada más llegar, pues desde el primer instante el visitante experimenta una mezcla entre fascinación, asombro y nostalgia. Ese sentimiento que envuelve a las personas siempre que nos encontramos frente a los restos del pasado, un pasado que o no llegamos a conocer o que, sin querer, habíamos olvidado. Todo esto se percibe desde el propio patio del museo, donde encontramos una herrería, una prensa de vino y otra de miel, y un roscadero –cesto de mimbre con asas que antiguamente se utilizaba para llevar frutas y verduras–. Varios elementos que convierten este patio en un reflejo del día a día de los hombres y mujeres que poblaron estas tierras hace tiempo y cuya historia estaba marcada por la dificultad, el esfuerzo y el amor por la artesanía.
Los tesoros del museo
Sin embargo, el patio es solo una pincelada de las innumerables historias que el museo nos cuenta al recorrer sus estancias. Así, en la primera planta podemos acceder a la cocina, que decorada con muebles y herramientas de otra época nos permite imaginar cómo era la vida de aquellos que hace ya mucho tiempo pisaron el mismo suelo sobre el que ahora nos hallamos. Sombras del pasado a las que podemos poner rostro gracias a las fotografías tomadas por célebres etnólogos de la primera mitad del s. XX como son Ricardo Compairé, Violant i Simorran y Fritz Krugger. En esta misma planta también podemos adentrarnos en la intimidad del mundo pastoril. Al margen de las labores realizadas por los ganaderos, el museo nos permite conocer pequeños detalles sobre sus vidas e intereses mediante las estancias destinadas al mundo agrícola. Diversas habitaciones junto a las que se encuentra una sala de juegos decorada con juguetes infantiles. Esos juguetes con los que los niños iban conociendo los roles de la edad adulta, y por tanto, forjando su personalidad hasta convertirse en los adultos del futuro.
Del mismo modo, en la segunda planta descubrimos el antiguo palomar, donde además de rodearnos de todas aquellas palomas que quieran visitarnos, también accedemos al rincón más entrañable del museo: el cuarto de Pedrón, el diablo del museo. Seguramente, ahora os estaréis muriendo de las ganas por saber más sobre este personaje pero nosotros creemos que para disfrutar de las cosas hay que verlas en directo. Por eso preferimos callar e invitaros a visitar este espacio cultural lleno de sorpresas. Pues además de todo lo mencionado, en el museo también os impregnaréis del legado musical y religioso de la región mediante el dance de la Santa Osoria, la romería más importante de Serrablo. Un espectáculo que podéis disfrutar mientras contempláis las obras de Ángel Orensaz y conocéis algunas curiosidades sobre la medicina tradicional y la moda de la época. Sin duda, la oportunidad perfecta para conocer a fondo el modo de vida de los habitantes de la región. Nosotros ya estamos de camino porque no queremos quedarnos con las ganas. ¿Y vosotros?